Last Updated on diciembre 9, 2023

Este artículo ha sido traducido del inglés. // This article has been translated from English.

Caminar por el desierto no es una tarea fácil, ni física ni mentalmente. Los pies se hunden en la arena y, aunque acaba de amanecer, el sol es más fuerte que nunca y el calor insoportable. La monotonía del paisaje, la luz cegadora que te rodea y los horizontes tranquilos que se balancean sin cesar te hacen querer seguir adelante, mantener tanto tus pies como tu mente puestos en explorar esa interminable extensión de la nada. Y cuanto más caminas, más sientes la atracción de seguir adelante. Tienes la percepción de estar muy cerca de algo que va más allá de la experiencia común, es un «más allá» que apenas puedes explicar con palabras. Tus sentidos están sobreactuados: tienes la impresión de que puedes verlo todo, de que puedes oír cada latido de tu corazón en el eco del silencio. Y te sientes vivo.

Caminar por el desierto es difícil, pero gratificante

Salir a caminar por el desierto es una tarea dura y tediosa, porque cada paso que se da en la arena no encuentra un apoyo sólido, y subir una duna lleva mucho más tiempo del que parece porque el pie se hunde cada vez que se intenta dar un paso. Y sin embargo, no hay muchas experiencias en el mundo más gratificantes que viajar por el desierto, subir una montaña de arena, desafiar un paisaje tan espectacular como hostil: el desierto es inmenso, majestuoso, da una profunda sensación de lib